10.6.11

-

Corría con toda mi capacidad tras el ente. No quería dejar de escuchar lo que tenía que decirme, porque algo, estaba seguro, tenía que decirme. El camino se tornó despejado, llegamos a una llanura y aún creyendo poder alcanzarlo contemplé cómo llegó al precipicio que se formó delante y dió uno de sus acostumbrados saltos hacia el cielo. Me detuve un momento viéndolo desaparecer mientras descansaba mi cuerpo. Volvía a voltear hacia cada lado inútil, desesperadamente, tratando de encontrar algún residuo, algún sonido. Nada. Me tiré sobre la tierra. El silencio del mundo volvía a cubrirme y yo prometía, de nuevo desde que me quedé sólo, alcanzarlo el próximo día que escuchara ese aviso lejano que indicaba su cercanía, la que cada vez con mayor empeño necesitaba el último hombre que quedó en la Tierra.